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Sísifo

Fue uno de los personajes más astutos de la mitología griega, existiendo un nutrido grupo de leyendas que hablan sobre él. Sísifo era hijo de Eolo y Enáreta. Reinaba en la ciudad de Corinto, que había sido fundada por él, aunque con el nombre de Éfira. Rodeó toda la ciudad con grandes murallas para obligar a los viajeros a pagarle abundantes tributos cuando pasaban por allí. Su gran inteligencia le sirvió para obtener múltiples beneficios en todos los aspectos de la vida, pero la falta de ética de algunos de sus actos, le valió, en determinados momentos y circunstancias, la consideración de ladrón o malechor.
Sísifo tenía un vecino envidioso que, una vez robó sus rebaños llamado Autólico. Sísifo nada pudo hacer en ese momento para recuperar sus reses, pero, cuando tiempo después, volvió a sufrir la desaparición de parte de su ganado acudió a Autólico acusándole de ladrón y demostrando la fechoría cometida porque entre los rebaños de Autólico se veían muchas ovejas con la leyenda "me ha robado Autólico" grabada en las pezuñas. Admirado Autólico de la listeza de Sísifo le entregó la mano de su hija Anticlea con el objetivo de tener descendencia tan astuta como él. Para ello, tuvo que detener la boda que al día siguiente se celebraría entre Anticlea y Laertes, el que, hasta el momento, había sido su pretendiente. Como consecuencia de esta unión, que algunos autores consideran llevada a cabo sin boda de por medio, nació el magnánimo héroe Odiseo. No obstante, Sísifo también se casó con Mérope y tuvo cuatro hijos con ella: Glauco, Órnito, Tersandro y Halmo.
La muerte de Sísifo sobrevino a causa de un castigo divino, si bien, existen contradicciones sobre el detonante del mismo habiendo dos versiones diferentes. La primera de ellas indica que Sísifo, que se llevaba muy mal con su hermano Salmoneo, quiso matarlo y, para ello, consultó la forma más adecuada a Apolo, a través del oráculo de Delfos. El oráculo le dijo que lo que tendría que hacer era unirse carnalmente con Tiro, su sobrina, y darle muchos hijos. Tal mala intención, o, quizás, tal incesto, habrían provocado su muerte. La segunda tesis desarrollada, resulta de la siguiente forma: Zeus raptó una vez, como tantas otras, a la bella Egina, para poseerla. Buscándola, su padre, Asopo, pasó por Corinto donde intentó que Sísifo le ayudara a encontrarla o al menos, le indicase alguna pista para localizarla. Ante esto, Sísifo, que había visto a Zeus escapar con Egina, indicó a Asopo que le diría el nombre del raptor de su hija a cambio de que hiciese nacer una fuente en los reinos de Sísifo, y así fue (Asopo pudo hacer brotar el agua porque era un dios - río). Enojadísimo Zeus por tal acción condenó a Sísifo a la muerte, enviándole a Tánato. Sin embargo, el valiente y audaz Sísifo consiguió encadenarlo, logrando así, no sólo librarse de su propia defunción, sino evitando que, durante mucho tiempo, ningún hombre muriese. De nuevo tuvo que actuar Zeus para liberar a Tánato, recibiendo, por fin, Sísifo la sentencia de muerte.
A pesar de todo, y este hecho es ya común a las dos versiones narradas en el párrafo anterior, Sísifo aleccionó a su mujer para que cuando muriese no llevase a cabo los cortejos fúnebres. Su esposa así lo hizo y cuando Sísifo llegó al infierno se quejó a Hades de lo que había hecho su familia y le pidió que le concediera volver a la tierra para aleccionar a sus allegados sobre las exequias que debían llevar a cabo. Hades le concedió tal deseo a condición de que volviese pronto. Sin embargo, Sísifo, por otra parte divertidísimo ante la inocencia divina, se jactó en el mundo real de lo ocurrido, y, por supuesto, no volvió en mucho tiempo. Finalmente, Hermes, o, tal vez, Teseo, le devolvieron al inframundo donde se le condenó a un castigo cruel: debía subir un enorme peñasco a una alta cima del inframundo, y, cuando casi estaba a punto de lograrlo, volvía a caérsele y tenía que subirla de nuevo. Tal tarea sólo se detuvo durante el intento de Orfeo de recobrar el alma de Eurídice pero después continuó durante toda la eternidad.

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